Descubre los beneficios que tiene la práctica de Yoga para los niños.
Los niños son seres sabios y a la vez inocentes. Esa inocencia que los caracteriza los hace también muy inteligentes. A diferencia de lo que piensa la gente, los niños son grandes maestros que deben ser educados para desarrollar sus dones internos. El Yoga para los niños es una opción ideal para preservar esa ternura intrépida, proteger esa sabiduría inocente y despertar sus habilidades latentes.
Más allá de historia y geografía, de ciencias y matemáticas, los niños deben mantener intacta su bondad y su sabiduría. En ellos late el amor incondicional. Su corazón alberga comprensión y compasión. A medida que van creciendo, es cierto, se alejan de su habilidad para conectar con el presente y su entusiasmo por desarrollar su don más inherente.
En este sentido, el Yoga para los niños es una buena forma de proteger ese espacio de alegría y vitalidad, de empatía y amabilidad que tanto los caracteriza.
¿Porqué es beneficioso el Yoga para los niños?
Porque la práctica de Yoga les mostrará no sólo que con el simple hecho de respirar, son suficientes y dignos de existir, lo que mantendrá su autoestima limpia. Su filosofía va más allá. El Yoga les certificará la importancia del amor, del respeto, del compañerismo y del juego. El Yoga les ofrecerá una guía para escuchar a su cuerpo, conectar con el momento y desarrollar su don interno.
- Cultivar el amor y la compasión: uno de los principios del Yoga es ahimsa, la práctica de la no violencia. Los niños, por lo general, no actúan con maldad. Pueden enfadarse, y al instante perdonarse. No son rencorosos y están abiertos a todo. Alimentar esa flexibilidad mental a medida que van creciendo es muy importante si queremos hacer de ellos seres nobles y bondadosos. A través de la filosofía del Yoga, estos niños reciben la certeza de que ante todo, lo importante es ser amable, amoroso y comprensivo. Familiarizarlos con estos principios desde el comienzo sembrará, en su mente, las semillas más bonitas que uno pueda desear: la del amor y perdón incondicional. Bien es sabido que los niños son como esponjas: todo lo que absorben en su infancia determinará, en gran medida, el transcurso de su vida. Mantenerlos en contacto con disciplinas que respeten la nobleza del alma, el amor hacia el otro, la tolerancia y fraternidad, la empatía y amabilidad los convertirá en seres de gran belleza y pureza.
- Aprender a escuchar el cuerpo: otra característica del Yoga es la importancia que se le da al cuerpo. Si te fijas, los niños también hacen eso cuando son pequeños. Cuando sienten que no tienen más hambre, dejan de comer. Cuando les duele la cabeza, lloran. Cuando necesitan hacer sus necesidades, lo hacen. Son seres profundamente conectado con las necesidades de su cuerpo y obran siempre para que éste esté contento. Sin embargo, a medida que van creciendo, muchos reciben creencias que condenan ese maravilloso cuerpo: “tienes que acabarte todo el plato, aunque estés lleno, o no crecerás”, “tienes que aguantarte las ganas de orinar para ser un adulto”, “no debes quejarte cuando sientas dolor, eso es sólo para los débiles”… Todas estas palabras quebrantan su seguridad y les hace pensar que el cuerpo no tiene ningún tipo de importancia y que debe ser el siervo de una mente exigente y mal acostumbrada. Si por lo contrario, a los niños se les enseña a respirar correctamente, a moverse con soltura y presencia, a permitir que sensaciones como la incomodidad y el dolor aparezcan, esos niños jamás se auto agredirán. Todo lo contrario: se respetarán y cuidarán.
- Comprender el funcionamiento del cuerpo mental y emocional: la práctica de Yoga también es una forma de educar a los niños en el arte de pensar y de sentir. Ofrecerles herramientas que les ayuden a sostener una mente cada vez más fluctuante, un cuerpo emocional cada vez más desordenado les garantizará protección, entendimiento y autoconfianza. Enseñarles, desde pequeños, a dedicarse momentos del día en identificar las emociones que aparecen, en intentar comprender su fuente, en observar los pensamientos que circulan, o simplemente sostener la atención en el presente, agudizará su inteligencia mental. Les convertirá en seres capacitados para gestionar la adversidad. En individuos preparados para lidiar con el sufrimiento. La práctica de Yoga los transformará en personas con gran apertura y fortaleza interior. Les mostrará la forma de cultivar un espacio interior donde acudir cuando todo se desordena en el mundo exterior. Un remanso de paz en medio del caos mental.
- Respetar la voz que dicta la intuición: otro gran beneficio de esta disciplina es la importancia y valor que se le da a la intuición. Esa habilidad para sentir que algo es correcto o incorrecto, para saber que un camino es adecuado y otro inadecuado, es bien perceptible al principio. Sin embargo, a medida que uno crece, y bajo la presión del mundo exterior, la intuición se va callando y la razón imperando. Eso convierte a lo niños en adolescentes rebeldes y más tardes adultos cínicos y desencantados. Si uno desea el bien de la humanidad, debe educar de forma noble a quien le sostendrá más tarde. Permitir que los niños desarrollen sus dones y cualidades, su percepción intuitiva, la escucha del momento y el respeto hacia su cuerpo, hará que las nuevas generaciones sepan, de antemano, el rumbo que tomará su futuro. La intuición no es conceptual, la intuición es natural. No entiende de creencias, es más bien un sentir. Darles el tiempo y el espacio para que la cultiven y alimenten hará de ellos seres sumamente conscientes.
Existen otros muchos beneficios más: el valor de la verdad, la importancia de no robar, lo inútil que es criticar, el respeto hacia la higiene personal, el amor del auto estudio, el poder del compromiso, el desarrollo del contento, la libertad que genera soltar, lo absurdo que es acumular… La práctica de Yoga para los niños es un regalo que se les hace. Pero es importante no forzarles. Acercarlos poquito a poco, como si fuera un juego. Y si no es esta la disciplina con la que ellos conectan, hay muchas otras. El secreto está en ver sus ojos brillar.
Unos ojos brillantes reflejan un alma de gratitud desbordante.
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