Descubre algunos consejos para practicar los valores éticos del Yoga (Yamas) en tu cotidianidad.
Aunque conocido popularmente por las posturas acrobáticas, el Yoga es una filosofía de vida que va más allá de las asanas. Los antiguos sabios de la India crearon una serie de pasos a seguir para lograr conectar con la dimensión prístina y real del “ser”. Esto se conoce como “los ochos pasos del Ashtanga Yoga”, estipulados por el sabio Patanjali.
Los yamas son el primer eslabón. Definen una serie de principios de conducta, a nivel ética y moral, que todo yogi debe respetar.
Estos principios son esenciales para avanzar en el camino espiritual. Son universales, atemporales y pragmáticos.
Son, además, una buena base para crear una sociedad humana, solidaria, tolerante y respetable. Refinan el comportamiento del ser humano con la intención de elevarlo y ennoblecerlo.
¿Cómo podemos utilizar estos valores tan preciados en nuestro día a día ajetreado?
No es casual que la práctica de Yoga se haya popularizado en los últimos años. El estrés y la ansiedad generados por una sociedad del “hacer sin parar” lo han provocado. La educación occidental prioriza la producción a la cooperación, el trabajar al meditar, el hacer al ser. Esto ha generado una sociedad desprovista de valores humanos, con un ego obsesionado por el trabajo.
Los valores éticos del Yoga (yamas) vienen para recuperar las cualidades nobles que todo ser humano posee al nacer. Para despertar de nuevo su corazón y vivir, así, en unión.
Ahimsa es el primer principio que todo yogi debe seguir. Significa “no violencia”: vivir desde el amor incondicional, practicando la compasión y rechazando cualquier tipo de agresión. Esto no sólo se aplica a las acciones que emprendemos; también debe ser utilizado en los pensamientos que tenemos o palabras que profesamos. El yogi debe estar muy atento y responder ante cualquier estímulo externo desde el amor y el entendimiento. ¿Qué significa esto? Que uno debe evitar reaccionar de forma impulsiva, meditar sobre la vida, responder desde la amabilidad y no promover las críticas… Cuando un jefe malhumorado nos habla mal, debemos ser capaces de responderle con amabilidad. Ponernos en su papel y entender que a lo mejor ha ocurrido algo externo a nosotros que le ha enfadado. Cuando una persona nos critica o habla desde la ira, debemos ser capaces de respirar, calmarnos y hablar con neutralidad. Otro factor importante de la no violencia radica en el diálogo interno de nuestra vida. ¿Cómo nos hablamos? ¿Porqué nos castigamos? ¿La crítica nos hará cambiar? ¿No es mejor tratarse con amabilidad? Equivocarse y rectificar es el primer paso a dar. Practicar el amor incondicional es para la eternidad.
Satya es el segundo principio que uno debe respetar. Significa “veracidad”: vivir con honestidad, sin mentir, ni huir de la realidad. Uno debe mostrarse como es y aprender a respetar lo que otro es. No se utiliza la manipulación para dominar; se habla desde la honestidad para mejorar. Uno ya no esconde sus sentimientos y emociones; habla de ellos y busca entenderlos. En todo lo que uno hace, debe brillar la verdad. Y esto puede ir en contra de la sociedad. Pero uno debe ser perseverante y mostrarse sincero y transparente en todo lo que hace. Muchas empresas, como las de Slow Fashion, hacen de este principio su pilar más importante. Las ONGs también lo aplican. Cada vez son más los jóvenes que se rebelan ante los padres, por amor y respeto a lo que sienten y hacen. En las redes sociales, son más comunes las personas con influencia que ya no utilizan filtros, que aclaman la naturalidad y espontaneidad y viven sin aparentar. Todo es un proceso: y uno debe ser honesto para saber que ser sincero requiere de un largo proceso.
Asteya es el tercer principio y significa “no robar”. Esto también quiere decir “no codiciar el bien ajeno”. Este valor es muy importante, ya que nos enseña a no envidiar al otro, evitando también la comparación y la competición. Cuando hablamos de robar, no sólo nos referimos a un bien material. También se aplica a otros ámbitos: no robar la reputación de una persona criticándola a escondidas con otra; no robar el tiempo del otro con asuntos personales; no robar los logros de nuestro compañero y construir sobre ellos nuestro éxito. Para practicar asteya, el yogi no debe considerarse superior a nadie, no debe sentirse con el derecho de dominar a nadie y sobretodo de poseer a alguien. No se roban parejas, puestos de trabajo o segundos de existencia: se respeta la vida y se coopera con ella.
Aparigraha es el cuarto principio y significa “no desear bienes innecesarios”. Está íntimamente ligado con el desapego. ¿Cómo podemos aplicarlo a una sociedad consumista? Aprendiendo a discernir lo que es necesario de lo innecesario; lo que vital de lo que es superficial. ¿Realmente necesitamos tantos pares de zapatos? ¿Realmente es necesario sufrir cuando no podemos adquirir el último Iphone? ¿Realmente es necesario lamentarse cuando una fotografía no alcanza los “me gusta” que mi ego quiere? Aparigraha nos enseña a desapegarnos poco a poco de todos los caprichos que nos encarcelan: si un año no puedo viajar, no pasa nada. Si un año no puedo salir con normalidad a la calle, no pasa nada. Si un año no puedo celebrar una festividad importante, no pasa nada. El yogi aprende a adaptarse: acepta y respeta cada instante.
Bramacharya es el quinto yama y significa “dominio sexual”. Aprender a gestionar la energía sexual es fundamental: nos ayuda a desarrollar creatividad con el fin de construir belleza y ser pureza. Este valor debe ser transmitido con delicadeza a la nueva generación: elevar el significado del acto sexual y mostrarlo como una oportunidad para despertar. Dejar de considerarlo como fuente de placer; mostrarlo como un momento para ser. Para conectar de forma incondicional y presente con el otro. Para crear vida y respetar la vida. Bramacharya es muy importante: nos enseña a crear arte. A nivel práctico, uno puede esmerarse en la preparación del momento. Dejar de practicar sexo para “ser y hacer el amor”. Evitar el automatismo y celebrarlo como algo divino. Ya no hay juegos meramente sensuales, sino un intercambio entre dos almas sensacionales.
La práctica de los Yamas requiere de paciencia y de perseverancia. Reeducar a la mente para comportarse de forma diferente necesita su tiempo: deben ser aplicados los valores desde el comienzo. Sólo desde el amor, la honestidad, el desapego, el respeto de los ritmos del tiempo y la creatividad uno puede crecer y evolucionar. Uno puede practicar los Yamas de verdad.
Fotos: @imperfectyogi_
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